Cuaderno
de campo |
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La fotografía es una consecuencia del Positivismo, es decir, es un instrumento que nos permite la aproximación empírica a la naturaleza de las cosas. La fotografía es en sí misma una forma de parcelar la realidad, de clasificarla y de etiquetarla. Se convierte así en un instrumento “objetivo” para comprender el mundo. La acción de catalogar adquiere un carácter mítico, reproducir un objeto es un acto primordial que remite a la ontología original: creación. Pero además catalogar se halla dentro del contexto científico, esa nueva religión surgida en el siglo XIX que hoy en día supone el mayor impulso acaecido en la historia de la humanidad. Dentro de esa corriente científica emergente tenemos que pensar en Darwin y la repercusión de sus teorías de la evolución de las especies en el pensamiento moderno, así como en otros científicos anteriores a este, como Linneo que, gracias a la clasificación del reino vegetal que realizó en el siglo XVIII, proporcionó las herramientas que sentarían las bases para conocer y comprender las plantas una vez agrupadas por familias. Dentro de este ambiente cientifista aparecen los primeros fotógrafos. Muchos de ellos, científicos de profesión como Talbot, comienzan haciendo muestrarios vegetales sobre papeles sensibilizados a la luz (fotogramas o shadowgraph tal y como los llamaría él). Casi al mismo tiempo Anna Atkins e Hippolyte Bayard realizan sus clasificaciones de plantas a través de sus herbarios. La fotografía no es sólo un documento rico en detalles, sino que pronto se manifestó como un instrumento idóneo para la clasificación. Toda clasificación o inventario supone una fragmentación, fragmentación que es necesaria para el reordenamiento. Esta es otra de las facetas que aporta la fotografía: con ella la realidad, a través de su representación, se hace más “fragmentable” y diferenciable, y por lo tanto, podemos producir unidades más pequeñas que se prestan a clasificaciones más minuciosas. Arte, ciencia, naturaleza, metodología, positivismo y neo-objetividad es el contexto en el que podemos entender mi proyecto fotográfico. Este aparece profundamente entroncado en los orígenes de la fotografía y la utilización de una vieja técnica como es el fotograma. Esta técnica es reinventada y adaptada a la tecnología digital bajo el nombre de digitograma. Desligarse del ámbito de la óptica y de las cámaras tradicionales es una forma de alejarse de condicionantes estéticos producidos precisamente por la utilización de determinados instrumentos mecánicos. En mi obra se puede hablar de una subversión de la tecnología y de su revisión con unos fines estéticos concretos. En segundo lugar, mi trabajo se circunscribe en el ámbito de la naturaleza y de la ciencia, principalmente en los estudios botánicos: herbarios, y zoológicos: bestiarios. Gracias a la sistematización, seriación, repetición de elementos animales y vegetales desarrollo mi discurso sobre el conocimiento científico y sobre lo desconocido, sobre lo corpóreo y lo efímero, sobre lo estable y lo fugaz, sobre la ordenación y el caos. Huygens proclamó la necesidad de que los artistas representaran minuciosamente lo que los científicos descubrían en sus microscopios. Clasificar y ordenar es propio del mundo científico y de los científicos y sirve para conocer. El hombre tiene la necesidad de ordenar el caos, ordenar lo aparentemente caótico para su propia estructura mental. Aislando seres vivos del entorno natural sobre un medio extraño, centramos nuestra atención en el ser-vivo; nos vemos obligados a mirarlo, a observarlo sin asociarlo a un entorno determinado gracias a la descontextualización de los mismos, al aislamiento fuera de su propio habitat. En tercer lugar, mi trabajo surge inmerso dentro de esta corriente positivista o neo-objetiva con raíces en la obra de Blossfeldt o de Atget en el siglo XIX, o ya en el siglo XX, haciendo un uso completamente diferente de la clasificación y del inventario que se realizó en el siglo anterior pero con una finalidad similar: comprender e interpretar el mundo. Dentro de estas corrientes encontramos también la obra de los Becher, Richard Ross o Adam Fuss entre otros. |